Tengo la inmensa fortuna de vivir relativamente cerca a una de las mejores colecciones de bonsái de Europa.
Me refiero a la colección de Luis Baliño (tan solo veintiseis kilómetros nos separan) y, sin embargo y a pesar de su recibimiento siempre cordial y agradable son únicamente dos las ocasiones que lo he visitado.
He pensado mucho sobre ello, del por qué de este escaso número de visitas a pesar de tenerlo tan cerca y he llegado a una conclusión: disfruto mucho no, muchísimo, con la contemplación de semejante colección de tan alto nivel pero es que el problema viene luego al llegar a casa y al contemplar mi propia colección (con esto creo que ya lo he dicho todo).
No obstante, cada cierto tiempo siento la "llamada" de lo bueno, del bonsái de alto nivel. Y es por esto mismo que hace poco más de un mes se me presentó de nuevo la oportunidad de poder volver a visitarlo.
Ocasión que, por supuesto, no era cuestión de desaprovecharla.
Así que allá me voy, cámara en mano, y por lo pronto me sorprende ya el hecho de que a pesar de encontrarse ocupado trabajando un par de árboles junto con Marco Invernizzi deje de lado lo que está haciendo y me dedique buena parte de su tiempo cuando es que ya casi ni se acordaba de mi de la anterior visita.
Le siguen conversaciones de lo más amenas durante las cuales también y además aprendo mucho. Conversaciones del tipo de por qué esto así o porque que aquello no, que no hay que hacerlo y a todo esto que pienso...la conversación con Baliño son lecciones impagables.
Pero es que luego llega la pirula de Marco. A lo lejos, (tampoco es que lo oyera muy bien), creí entenderle algo así como que "¡o se está o no se está!.
Dicho esto, tengo que confesar que la admiración que le profeso al artista italiano no ha menguado lo más mínimo por este hecho sino más bien y es cosa curiosa, ha aumentado, pues pienso que para moverse en el nivel de excelencia en el que se desenvuelven estos dos monstruos del bonsái, las cosas, necesitan de una dedicación total y absoluta cuando se está a ello.
Bueno, que saco unas pocas fotos a todo correr y tras una cordial y breve despedida (no vaya a ser que a Marco se le de por darme en todo lo alto de la cabeza con una ristra de espaguetis de los sin cocer, jejeje), me marcho.
Luego...ya delante de mi colección...¡Ay!.
Saludos,
PAZ
Que pasada!
ResponderEliminarGracias por compartir estas fotos
De nada Carlos. Tengo que decir que sin el consentimiento del propietario este post no sería posible, asi que gracias a él.
EliminarUn saludo.
Vaya sabinas...Impresionantes los árboles, impresionante el jardín...
ResponderEliminarEsto acompleja al verlo, sin duda, pero también es un chute de energía.
Suerte la tuya!
Un abrazo y gracias por compartirlo
Ya lo creo que acompleja Daniel. Después de una visita como esta uno ya nunca mira la colección propia con los mismos ojos, pero en el fondo esto es bueno pues te empuja a mejorarla.
EliminarUn abrazo.
Pues no te quejes Alberto, yo creo llevar más años que tú en el mundo del bonsái, también tengo cerca a Baliño y jamás lo he visitado...¡ claro que el a mi tampoco !, jejeje. Me da la impresión de que ha hecho algunas reformas en el jardín ¿o será cosa mía?
ResponderEliminarUn abrazo
Pues tal vez deberías Juan. Imagínate, si a mi, un desconocido del que apenas se acordaba ya de la anterior ocasión me recibió de forma cordial y amable (claro que previamente sobre aviso), una visita tuya creo que hasta le gustaría.
ResponderEliminarTampoco quiero liar a nadie, pero para una próxima visita, que no me la imagino próxima en el tiempo por aquello de no agobiar a María (como diría Joaquín Sabina), tal vez podría concertar una cita para ambos e irnos juntos a Japón sin irnos a Japón (ya me entiendes).
Eso si así y a ti te apetece.
Si ha hecho cambios en el jardín...para mejor claro.
Un abrazo.